martes, 21 de febrero de 2012

El Paseo de las Murallas

La catedral de Baeza

Baeza está situada en la cornisa sur de la gran meseta de la Comarca de la Loma. Se asoma al valle alto del Guadalquivir desde una escarpadura que domina un paisaje de olivos y de interminables cerros; vista desde el llano, en esta escarpadura se alza enhiesta y majestuosa la catedral como un faro que sirviera de guía al viajero que se acercara a la ciudad.

La antigua ciudad estaba construida sobre este cerro, el llamado Alcázar de Baeza, renombrado como inconquistable y dentro del cual se encontraban el castillo-palacio de la autoridad real y la iglesia (luego colegiata) de Santa María del Alcázar.

A finales del s. XV el Alcázar fue demolido por mandato de la reina Isabel la Católica de modo que no se utilizase como defensa con ocasión de las pugnas nobiliarias que enfrentaban a los linajes dominantes de la ciudad (Carvajales y Benavides).

También desaparecido el frente sur de la muralla, adyacente al Alcázar, el paseo que lo reemplaza es hoy día un mirador excepcional sobre el valle alto del Guadalquivir.

Vista del Paseo de las Murallas

Este Paseo, “El Paseo de las Murallas”, es de una singular belleza, y recomiendo al viajero que visite la ciudad, que lo recorra despacio, admirando las magníficas vistas que pueden contemplarse desde él.

Se trata de un Paseo periurbano que, en el cerro del Alcázar y sobre restos de la antigua muralla, domina un maravilloso paisaje alfombrado de olivos, recorrido por serpenteantes y desperdigados caminos blancos y, a lo lejos, como telón de fondo las sierras de Segura, Cazorla, y Mágina, con el monte Aznaitín en su centro; y esparcidos por los cerros, las lomas, las hondonadas, los cortijos, allá en lontananza, los pueblos de Jimena, Garcíez, Bedmar, Albanchez de Mágina, la cercana Úbeda, El Puente del Obispo, Mancha Real y Jaén, en los cobijos de la Sierra de Jabalcuz.

Como Jorge Manrique y Gaspar Becerra, el poeta Antonio Machado, que impartió clases en Baeza, dejó su impronta en la ciudad, hasta el punto que el Paseo de las murallas es conocido como el Paseo Machadiano. En un lugar de este Paseo, un peculiar monumento de cemento obra del arquitecto Fernando Ramón alberga un busto del poeta, en bronce, obra del prestigioso escultor Pablo Serrano. Fue inaugurado el 10 de abril de 1983 en honor del poeta que solía pasear por este paraje durante los años que vivía en Baeza mientras dialogaba con sus sentimientos y la propia naturaleza.

Monumento a Machado en el Paseo de las Murallas

Desde hace muchos años he recorrido este Paseo infinidad de veces, es un entorno que te enajena, en donde la realidad se funde con la quimera, en donde la mente forja fantásticos castillos en el aire, un lugar en donde el tiempo se detiene y tus sentidos se abren al maravilloso teatro de los sueños, en íntimo abrazo con el paisaje, con un paisaje que te embruja y que te lleva a galope tendido por el presente, por el pasado y por el futuro mezclándolos en un extraño maremágnum.

He paseado por este paraje en los días de lluvia, debajo de mi paraguas he recorrido el paisaje mientras la lluvia me daba en la cara y he participado de unas sensaciones indescriptibles, en esos días de fina lluvia el espíritu se transporta, se mezcla con el entorno y formas un todo con la naturaleza. Los pensamientos más profundos acuden a tu mente y participas del romanticismo del paisaje calado por la lluvia de principios de la primavera o quizás de los primeros día del otoño.

Lluvia en el valle 

He contemplado junto a mi querida Isabel atardeceres de ensueño, con el sol agigantado del ocaso trasponer por el oeste a la par que sus rayos bañaban de un rojo sangre el mar de olivos y las estribaciones de Sierra Mágina mientras nuestros corazones latían al unísono embriagados por tanta belleza.

He disfrutado de la hermosura y el indescriptible encanto del valle del Guadalquivir cubierto de nieve, la albura del paisaje se mezcla con las interminables hileras del verde oscuro de los olivos y arranca del espectador alguna frase de asombro ante semejante maravilla.

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Algunos días, la atmósfera está tan límpida que los picos de Sierra Mágina parece pudieran tocarse en una extraña y falsa proximidad.

Desde este Paseo, he intentado acercar a Isabel el misterioso y a la vez fantástico mundo de las estrellas, hemos descubierto juntos la magnificencia de las constelaciones: Orión con sus estrellas Betelgeuse, Bellatrix y Rigel…, Tauro y su estrella Aldebarán…, Auriga y su estrella más luminosa Capella…, Géminis con sus estrellas principales Cástor y Pólux…, Sirio, la estrella más brillante de cuantas pueblan el cielo nocturno en el Can Mayor… Ante la mirada atenta de mi esposa he ido desgranando las maravillas del cielo estrellado que se alzaba sobre nuestras cabezas y allá a lo lejos, desperdigadas en la oscuridad del valle, un montón de lucecitas nos señalaban los pueblos de Jimena, Garcíez, Bedmar… al sur. Peal de Becerro, Cazorla… al este. Mancha Real, Jaén… al suroeste. La cercana Úbeda a cuatro pasos en el nordeste. Como silenciosos testigos de mis explicaciones.

En este Paseo, amparados en algún rincón oscuro, con la noche como prudente aliada, las parejas de enamorados se han amado furtivamente. También fue en este paseo donde hace ya muchos años, quizá demasiados, mi amada Isabel y yo nos juramos amor eterno una apacible noche de finales de la primavera. Nuestros buenos deseos de entonces se han cumplido porque después de tantos años aún nos seguimos queriendo con la misma fuerza de aquella época. Escribí un poema de aquella circunstancia que titulé “Dos Corazones”, es el siguiente:

Mira mi amor ha salido

la luna por la cañada,

mira mi amor ha salido

con sus alforjas de plata.

 

Las estrellas la contemplan

cuando la luna se alza,

mientras cubre el negro cielo

de un blanco velo de gasa.

 

La luna se enseñorea

de la noche solitaria

y llena dos corazones

de ilusiones y esperanzas.

 

Sentados en aquel banco,

dando espalda a la muralla,

juré amarte por siempre

mientras besaba tu cara.

 

¿Recuerdas mi amor la noche?

¿recuerdas que te abrazaba

y que al hacerlo tenía

henchida de amor el alma?

Olivares en el valle del Guadalquivir

En definitiva, en este Paseo mis emociones se han desbocado, he paseado por él, a veces nostálgico, romántico otras, me he enfrentado a mis miedos tratando de ponerles remedio, he añorado muchas veces el pasado, he temido el presente o lo he querido y he pensado en el futuro con esperanza y a veces con inquietud. De lo que podéis estar seguros es que contemplando el fantástico panorama que se extiende ante vuestros ojos no os quedaréis indiferentes y un arrabal de sensaciones inundará vuestro espíritu, os hará partícipes de lo absoluto y os acercará a la esencia misma del ser porque estaréis en estrecha alianza con lo bello y la indescriptible majestuosidad de un paisaje que enamora al primer golpe de vista.

Marco Atilio

FOTOS DEL PASEO DE LAS MURALLAS Y SU HERMOSO PAISAJE

Alfonbra de olivares

Atardecer

Atardecer en el Paseo de las Murallas

Atardeciendo

Banco de piedra en el Paseo de las Murallas

Cruz en el Paseo de las Murallas

Día gris en el Paseo de las Murallas

El Paseo de las Murallas

Montañas nevadas desde el Paseo de las Murallas

Nubes desde el Paseo de las Murallas

Paseo de las Murallas

Puesta de sol

Sierra Mágina y Jimena

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Vista del Paseo de las Murallas

Vista del valle del Guadalquivir




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1 comentario:

Píndaro de Argos dijo: dijo...

Leyendo tus palabras y viendo las fotografías, los recuerdos me asaltan y me invaden y no tengo por más, que identificarme plenamente con tus emociones, sentimientos y sensaciones. Emociones, sentimientos y sensaciones que yo he tenido la ventura y el deleite de vivir por esos mismos lugares, admirando esas mismas vistas y ese mismo cielo estrellado, con mi adorada Isa y que tú con tu articulo has vuelto a abrir en mi mente un camino lleno de recuerdos y nostalgias y me has devuelto en un instante la ilusión que en los brazos del amor soñábamos Isa y yo, cierro mis ojos y puedo sentir su aroma, acariciarla, besar su boca, sentir su abrazo y su calor, vivir y respirar sus recuerdos y los míos sintiendo la intensidad del amor vivido, recordando el reflejo de los atardeceres de verano en su mirada enamorada, siempre la misma y a la vez siempre diferente, en sus ojos soñadores, esa luz nostálgica en su belleza, no se extinguirá nunca de mi memoria, el viento traía esa leve brisa con olor a pino, ecos lejanos se apagaban dulcemente en la distancia, mientras la noche caía sobre nosotros una vez más, una brillante luna llena reflejaba nuestras sombras entrelazadas sobre el suelo, poco a poco luces de otras ciudades empezaban a vislumbrase en la distancia, mientras con su cabeza apoyada sobre mi hombro, susurrándonos palabras de amor, emprendíamos el regreso hacia la cercana ciudad, después de haber navegado juntos en la nave del amor sobre un mar de olivos, con las velas henchidas de dicha y felicidad, nos acercábamos sin remisión, hacia la blanca orilla de la despedida. Gracias por haberme hecho rememorar estos maravillosos recuerdos, nunca olvidados, siempre latentes, pero que con los problemas y con el tiempo tendemos a relegar un poco en aras del día a día y de un presente incierto y un futuro nada halagüeño.