domingo, 11 de noviembre de 2012

Flashback

Túnel del tiempo 1

Testimonio vigoroso del gran Miguel Hernández en una época oscura de España y que parece (al menos en parte) extrañamente presente. No añadiré ni una palabra más:

Viento del pueblo copia copia

VIENTOS DEL PUEBLO ME LLEVAN

 

Vientos del pueblo me llevan,

vientos del pueblo me arrastran,

me esparcen el corazón

y me aventan la garganta.

 

Los bueyes doblan la frente,

impotentemente mansa,

delante de los castigos:

los leones la levantan

y al mismo tiempo castigan

con su clamorosa zarpa.

 

No soy de un pueblo de bueyes,

que soy de un pueblo que embargan

yacimientos de leones,

desfiladeros de águilas

y cordilleras de toros

con el orgullo en el asta.

Nunca medraron los bueyes

en los páramos de España.

¿Quién habló de echar un yugo

sobre el cuello de esta raza?

¿Quién ha puesto al huracán

jamás ni yugos ni trabas,

ni quién al rayo detuvo

prisionero en una jaula?

 

Asturianos de braveza,

vascos de piedra blindada,

valencianos de alegría

y castellanos de alma,

labrados como la tierra

y airosos como las alas;

andaluces de relámpagos,

nacidos entre guitarras

y forjados en los yunques

torrenciales de las lágrimas;

extremeños de centeno,

gallegos de lluvia y calma,

catalanes de firmeza,

aragoneses de casta,

murcianos de dinamita

frutalmente propagada,

leoneses, navarros, dueños

del hambre, el sudor y el hacha,

reyes de la minería,

señores de la labranza,

hombres que entre las raíces,

como raíces gallardas,

vais de la vida a la muerte,

vais de la nada a la nada:

yugos os quieren poner

gentes de la hierba mala,

yugos que habéis de dejar

rotos sobre sus espaldas.

Crepúsculo de los bueyes

está despuntando el alba.

 

Los bueyes mueren vestidos

de humildad y olor de cuadra:

las águilas, los leones

y los toros de arrogancia,

y detrás de ellos, el cielo

ni se enturbia ni se acaba.

La agonía de los bueyes

tiene pequeña la cara,

la del animal varón

toda la creación agranda.

 

Si me muero, que me muera

con la cabeza muy alta.

Muerto y veinte veces muerto,

la boca contra la grama,

tendré apretados los dientes

y decidida la barba.

 

Cantando espero a la muerte,

que hay ruiseñores que cantan

encima de los fusiles

y en medio de las batallas.

1 comentario:

Ego in diebus quinque sub Hispania dijo...

Miguel Hernández, fue un poeta con el alma en vilo y el verso al aire, un gigante con corazón de naranja, con voz de labriego, un hombre y poeta sincero, joven y eterno, un poeta grave de la luz y el asombro, de espíritu joven, limpio y sensible. Su poesía está impregnada de un extraordinario mensaje lírico y humano, su obra es la transformación en poemas de la cruda realidad, él como nadie encarna la figura del poeta de la libertad.