martes, 5 de junio de 2012

Nostalgia y melancolía

Beso
Hoy me siento un poco melancólico, es esa melancolía extraña que a veces nos invade sin saber muy bien por qué se produce. Quizá porque estoy saliendo de un resfriado que he padecido durante algunos días y que me ha dejado casi sin aliento. Lo cierto es que estoy un poco depre y nostálgico.
Hace un momento, en la soledad de mi hogar (mis hijos no están y mi mujer tampoco) he cerrado los ojos y he cabalgado a grandes zancadas por el pasado, por un pasado que a veces añoro intentando sujetar entre las manos los recuerdos de una época que siento extrañamente próxima, como si las cosas hubieran pasado ayer mismo, una época en que la pasión y la fortaleza de la juventud me hacían devorar la vida. Ahora todo es más tranquilo, más reflexivo, más convencional, como corresponde a la etapa de madurez a la que he llegado. Esa extraña proximidad de mi juventud es sólo apariencia porque sé que son años dejados atrás, años que nunca volverán aunque su recuerdo permanezca todavía fresco en mi memoria.
Por unos momentos he explorado los maravillosos días de mi noviazgo con la que hoy es mi esposa y disfrutando de aquellos recuerdos he dejado que mi alma se impregnara de ellos y la hicieran volar de nuevo hacia aquella calle, aquel portal y aquella casa, mudos testigos de nuestro amor…
y (46)

Era una tarde fría de otoño,

una tarde oscura y neblinosa,

era yo muy joven

y comenzaba a jugar al amor.

Era la primera vez

que veía aquella calle,

la primera,

que veía aquella casa.

Pero era allí

donde moraba el destino,

en una de aquellas

casas encaladas...

 

¡Recuerdos...! ¡Nostalgias…!

 

¡Cuántas palabras de amor

y cuántos gestos, nos cruzamos

en la penumbra de aquel portal

amándonos a hurtadillas!

Mientras, la noche,

las noches…

pasaban frías y oscuras,

claras y cálidas.

Y la luna,

entrando de puntillas

por algún resquicio,

nos miraba con ternura.

 

¡Qué recuerdos...¡

 

Al aire fresco

de las noches de verano,

sentados junto a la puerta

sobre viejas sillas de enea,

nos robábamos… una mirada,

un guiño, una caricia,

mientras el viejo de enfrente,

hablaba con tus padres

de la cosecha de aceituna.

 

¡Qué recuerdos!

¿Te acuerdas tú también mi amor…?

 

Oscuras noches de invierno,

llegábamos a la casa sofocados,

empapados por la lluvia,

y nos fundíamos en un abrazo... cálido,

y nuestros labios

se juntaban en un beso

joven y enamorado.

Y miraba tu rostro,

tus mejillas rosas y ardientes,

y con una palabra de amor

nos dábamos la espalda,

y me alejaba calle abajo

lleno de tí y de tu fragancia.

Y la lluvia seguía cayendo,

y la bombilla de la esquina,

ennegrecida por los años,

se apagaba y encendía

en un ciclo sin fin

acaso para decirme adiós...

 

¡Qué recuerdos me trae

aquella calle…, aquel portal…

y aquella casa!


Marco Atilio



Portada

No hay comentarios: