Hoy ya casi nadie habla de la
Noche de Difuntos, ahora lo llamamos noche de Halloween, noche de Samhain, o la Noche de Brujas.
Vivimos en un mundo, en el que
la globalización ha alcanzado a las tradiciones haciendo que traspasen fronteras. Y Halloween, con sus
calabazas, sus dulces y sus terroríficos disfraces no iba a ser menos. Existe un
proverbio chino que dice que las cosas siempre acaban regresando a su lugar de
origen, pues bien, lo mismo podríamos aplicar a la celebración de Halloween.
El origen de esta fiesta es
europeo, concretamente "made in Ireland" y es que fueron los inmigrantes irlandeses quienes transmitieron las versiones de
la tradición a América del Norte durante la Gran hambruna irlandesa de 1840 que
los empujó a buscar una oportunidad en el continente americano.
Como muchas otras festividades
cristianas, ésta también tiene su origen en ritos pagano, concretamente, esta celebración tiene su origen en la festividad celta del Samhain, el dios
de la muerte, cuando celebraban el cambio del año, con
el samonis, que equivalía a nuestro
1 de noviembre, iniciando el año con diversos festejos que concluían con
"la fiesta de los muertos".
En el año 998, San Odilon, abad del
Monasterio de Cluny, al sur de Francia, instauró para el día 2 de noviembre, la
festividad de Todos los Fieles Difuntos en la orden benedictina. En el siglo
XIV Roma lo aceptó y lo extendió a toda la cristiandad.
De hecho, la palabra Halloween (pronunciado
ha.lo.wi.n) es una derivación de la expresión inglesa All Hallow's Eve (Víspera del Día de los Santos). Se
celebraba en los países anglosajones, principalmente en Estados Unidos, Irlanda,
Canadá y el Reino Unido. La fuerza expansiva de la cultura de EE. UU., y el
hecho de ser una celebración que a los niños les encanta (disfraces y dulces)
ha supuesto que Halloween se haya popularizado también en numerosos países occidentales.
Muchas
cosas han cambiado en torno a la celebración de dicha noche, una noche en
familia, recogida y tradicional en la que después de la cena se comían las
tradicionales gachas con tostones, las castañas asadas y el boniato cocido o
asado con azúcar y canela y en las posteriormente se tomaban las
sobras y se salía en un festivo
ritual por las calles del vecindario provistos de un cazo, una olla, o una
cuajadera con las gachas sobrantes y se
tapaban las cerrajas de las puertas. ¿Para qué?, ¿Con qué fin?, pues para evitar que
entrasen en la casa contagiando la muerte a sus moradores, ¿ A quién había que
evitar la entrada en la casa?.
Según cuentan los más viejos del lugar, en
el más allá, esta noche "dan
suelta" a los espíritus, los cuales en procesión recorren a
medianoche las calles de la población encabezados por la Muerte.
¿Por qué sólo las cerrajas?, pues porque
eran los únicos huecos de los que disponían exteriormente las casas, ya que en
su inmensa mayoría carecían de ventanas, y las pocas que había estaban bien
cerradas y las puertas bien atrancadas con las gachas tapando la cerradura y en
el único hueco que daba al exterior: la chimenea, se colocaban unas tenazas del
fuego abiertas en forma de cruz, pues se temía el paso de la procesión
de los espíritus a medianoche.
Las gachas, como
elemento primordial en la cena ritual de esa noche, tenían un significado mágico y protector frente a la oscuridad, imaginariamente
poblada de almas de difuntos que recorren en procesión todas las calles, siendo
la casa sellada con la comida ritual ( las gachas ) el único lugar seguro.
No existe documentación sobre el tema, sólo
la tradición oral que se ha ido transmitiendo de padres a hijos y que se
remonta a la "noche de los Tiempos".
Según esta tradición oral al llegar la
medianoche e iniciarse la
"Procesión de los espíritus", la Muerte iba derramando un
líquido llamado "liotón" que
caía sobre las casas, y señalaba que en el próximo año habría un fallecido en
la misma, para evitar la entrada de ese mortal líquido se tapaban los únicos
huecos existentes: la cerradura con gachas y la chimenea con la señal de la
cruz, que indicaba la fe de sus moradores, también las camas debían de estar
preparadas para la llegada de los familiares difuntos.
¿Cuál es el origen de esta costumbre?
El origen de esta costumbre, se remonta al Antiguo
Testamento cuando los israelitas señalaron sus viviendas con la sangre de un
cordero para evitar que al pasar el ángel exterminador matando a los
primogénitos de Egipto muriesen
sus moradores. Con esta señal el ángel, enviado por Dios, conocería la fe de
los mismos.
Otra tradición popular, consistía en encender
a los difuntos lamparillas flotando en un platillo con aceite, con el propósito
sin duda de salvar sus almas, cuando una
de estas lamparillas se consumía se decía que un ánima del purgatorio había
alcanzado por fin la luz, pero en el fondo era una especie de protección
para que no vinieran a molestarnos durante esa noche en la que les daban suelta
para que vinieran a saldar sus cuentas entre los vivos.
Lo que no se puede negar, es que en España
la festividad se ha convertido en un recordatorio de quienes se fueron y en un
disfrute de los paladares de los que seguimos aquí: huesos de santo y buñuelos
(en toda España), postre de gachas, castañas asadas y boniatos (en Jaén),
castañas asadas (en Galicia y Castilla), arrope y calabazate (en Murcia),
rosquillas de anís y patatas asadas (en Salamanca), arroz y tallaetes, dulce
típico de las Comarcas centrales de la Comunidad Valenciana (trozos de
calabaza cocidos en jarabe de mosto), borrachillos (en Andalucía, dulce
típico que se parece mucho a los pestiños), panellets (postre tradicional
de la cocina catalana, valenciana y balear) y rosaris (en Mallorca, unos
grandes collares hechos de golosinas que los padrinos regalan a sus ahijados
ese día), son sólo algunos ejemplos de lo que se guisa por estas fechas.
Actualmente la noche de Halloween se ha
convertido en una fiesta en la que diversos
negocios tales como: panaderías, pastelerías, supermercados, grandes almacenes,
bazares chinos, hacen su agosto.
También sacan provecho de la noche de
Halloween los locales de ocio nocturno, utilizando como gancho el terror. Las
fiestas de disfraces son hoy la mejor excusa para salir al Centro, donde bares,
pubs y discotecas ofrecen consumiciones gratis y hasta barra libre a los
clientes mejor disfrazados y caracterizados.
Una cosa que no ha cambiado en
esta noche, es la tradición de contar relatos de noches oscuras, temblorosas, donde
se mezclan realidad y pesadillas, historias aterradoras sobre aparecidos, fantasmas,
espíritus y almas en pena que deambulan entre los vivos clamando justicia o
intentando comunicarse con nosotros. Así que, siguiendo la tradición, contaré
una historia que tiene muchos, muchos años y que posiblemente tiene o puede
tener alguna base real porque esta misma historia está escrita en un libro de
temas sobre Madrid, por lo que es de dominio público.
La historia se desarrolla en el
Madrid de finales del XIX, en un lujoso hotel durante un baile de Carnaval.
Allí se encontraba un joven diplomático extranjero recién llegado a Madrid.
Quiso la casualidad que el joven se topase con una imponente mujer vestida de
negro que cubría sus ojos con un antifaz. Durante toda la noche bailaron el
joven diplomático y la enigmática mujer. El joven nunca había conocido una
mujer igual, se sentía totalmente dominado por aquella fascinante mujer, parca
en palabras y que decía ser condesa. En un momento determinado de la noche la
mujer despareció, el joven anduvo buscándola por todos los rincones pero ella
no estaba, nadie la vio salir y nadie parecía conocerla. Al día siguiente, el
diplomático no podía quitarse a esa mujer de la cabeza, sólo pensaba en ella,
en su mirada, en su elegante forma de andar... Al joven le quedaban pocos días
para abandonar Madrid y debía hacer todo lo posible para dar con ella.
Al día siguiente, a última hora
de la tarde, el diplomático caminaba por la calle Alcalá, estaba totalmente
abatido y desmoralizado después de pasarse todo el día buscando a la mujer de
negro. A la altura de la iglesia de San José divisó a un grupo de gente que se amontonaban a la puerta de la
iglesia. Por pura curiosidad, el diplomático se fue a la iglesia para ver qué
es lo que ocurría y, abriéndose paso entre la multitud, pudo ver que lo que
pasaba era la celebración de una misa de difuntos.
Al ver el ataúd descubierto, no
pudo resistir la tentación de mirar, fue en ese momento cuando sintió una
sacudida en el cuerpo que le heló la sangre, allí, dentro de aquella caja
cubierta de terciopelo negro, se encontraba una mujer que, incluso muerta, era
bellísima.
Casi sin poder hablar por el
nudo que tenía en la garganta, preguntó a una de las personas que velaban el
cadáver, quién era aquella mujer, le dijeron que era la condesa de... y que
había muerto repentinamente el día anterior. El diplomático no daba crédito a
lo que sucedía, dijo que aquello era imposible, que había bailado con ella la
noche anterior. Todos los que se encontraban allí le miraron como si estuviese loco,
le dijeron que eso no pudo ocurrir ya que la mujer murió horas antes del
anochecer del día anterior.
El joven diplomático salió de
la iglesia gritando como un loco y nunca más se supo de él, posiblemente nunca
más volvió a Madrid, como tampoco volvió a ver a la mujer de negro...;quién
sabe!
Portada
1 comentario:
Yo, como creo en la vida después de la muerte, pues me creo lo de esa historia, aunque parezca increíble. Pienso que en la vida hay mucho más de lo que vemos, y que los espíritus de algunos de nuestros muertos vagan entre nosotros. Las razones para que esto sea así no las sé todavía, aunque seguro que se me desvelará el misterio cuando me reúna con ellos en el momento en que la parca me reclame. Espero que esto ocurra cuanto más tarde mejor... ¿o no?
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