domingo, 13 de noviembre de 2011

La mejor recompensa

Yo, que trabajo en un hospital, sé que en el intricado maremágnum de pasillos, consultas, salas, dependencias, servicios y recovecos varios que existen, puede resultar una tarea ardua llegar a donde uno quiere ir, muy especialmente si no se conoce el edificio.

Hace unos días, mientras esperaba el ascensor, me fijé en  un matrimonio de edad que me pareció andaban un poco perdidos y que daba la impresión de no saber muy bien a dónde tenían que dirigirse, eran dos abuelillos entrañables de un pueblecito pequeño y serrano (lo sé porque luego me lo dirían). Me acerqué a ellos y les pregunté si podía ayudarles en algo, la mujer me entregó un papel en donde ponía que su marido estaba citado para realizarle un TAC. 


Les indiqué por dónde tenían que ir para llegar al lugar donde se le realizaría la prueba diagnóstica y, aunque escuchaban con atención mis explicaciones, enseguida me di cuenta que no se estaban enterando muy bien, por tanto decidí acompañarles yo mismo.

-Vengan conmigo, yo les llevaré (les dije).

Una mirada de alivio y de agradecimiento se reflejó en la cara de los dos ancianos.

Cuando llegamos, los acompañé a la sala de espera y les dije que se sentaran mientras yo le entregaba la hoja de citación a la enfermera. Cuando volví, les indiqué que esperaran y que pronto los llamarían.

La mujer me cogió la mano y con una mirada dulce y agradecida me dijo:

-¡Que Dios te bendiga, hijo mío! ¡Muchísimas gracias!

-No hay de qué abuelita, ha sido un placer. (Contesté)

Mientras me alejaba pensé en la mirada bondadosa de la ancianita y en sus tiernas palabras, una recompensa que no tenía precio. Pensé en lo gratificante que resultaba a veces mi trabajo y rogué porque el resultado del TAC que le hicieran al  abuelillo fuera completamente normal.

Marco Atilio


Pagina Principal

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Una tierna historia que demuestra que tienes un gran corazón.

E.E.C. 49 dijo...

Los gestos como el tuyo, cada vez son más escasos en sta mie4da de socdad en donde cada ves hay mas egoismo. Brvo por tí.

La Picapleitos dijo...

Entrañable historia Marco Atilio y emocionante a la vez. Has demostrado con tu gesto una gran humanidad lo que revela que eres una persona (y no hay más que leer tus artículos) sensible y sencilla.

Ann Celeste dijo...

Preciosa historia llena de ternura y gratitud. Enhorabuena.

Anónimo dijo...

No todo el mundo demuestra esa sensibilidad. Solo las personas con un alma caritativa.

Anónimo dijo...

En el corto tiempo que trabaje junto a ti me di cuenta de la clase de persona que eres, de tus gestos hacia los demas, de tu forma de ser,por eso al leer esta historia, me doy cuenta que si hubiera mas personas como tu en los hospitales, el trato humano mejoraria mucho, sigue asi amigo.

cacike.cola

Sindinéric de Götaland dijo...

"El que no vive para servir... No sirve para vivir.."