miércoles, 25 de mayo de 2011

Nuestro partido


Hace tiempo que por problemas físicos dejé de jugar al tenis, una de mis aficiones favoritas. Lamentablemente ya no puedo hacerlo pero sí que conservo los entrañables recuerdos de aquellos partidos que jugaba junto a mis amigos y el alma y el espíritu que le poníamos los cuatro mientras jugábamos. Lo que sigue es el relato de las emociones que me embargaban en uno de aquellos partidos.

Tengo que decir que mientras lo escribía he sido feliz, como lo era cuando me reunía con mis amigos, dos de ellos ahora lejos y a los que no veo desde hace tiempo por diversas circunstancias. Así era el partido… nuestro partido y mis emociones:


Anhelábamos ese día, esperábamos ese día, soñábamos con ese día…, el día de nuestro partido.

Ese día llegaba al fin, nos encontrábamos a primera hora de la tarde…, a veces por la mañana. Nos saludábamos, unas bromas…, unas risas…

La pista nos esperaba vacía…, muerta… Pronto la despertaríamos, la llenaríamos de vida…, de emociones…, de pasión.

Nos preparábamos con impaciencia…, casi con prisa. Ansiábamos volver a tocar la raqueta, volver a sentir la pelota golpeando contra las cuerdas.

Un peloteo inicial…, buenas sensaciones…, buen toque… Hoy ganamos, lo presiento.

Un servicio de Antonio…, angulado. La pelota resbala en la pista, la consigo devolver…, pero no es suficiente.

Diego se cruza y volea, ¡definitiva! ¡Caray! Hemos perdido el primer set.

¿Y las buenas sensaciones…?

Nos están machacando… Están alargando mucho la bola…, casi a la línea. ¡Qué restos!

Una buena derecha cruzada… sobre el revés de Antonio… Subimos a volear a la red… Ninguna opción… la pelota sube…, sube…, nos sobrepasa… ¡Un globo magistral! ¿Cómo es posible…? Adiós al segundo set.

Las sombras se alargan, el sol cae sobre el horizonte pero, aún está alto, aún queda tiempo.

Estoy nervioso pero… ¡podemos remontar!, seguiremos dejándonos la piel… para ganar.

Un buen revés… paralelo…, profundo… sobre la derecha de Diego; este corre, alcanza la pelota y la golpea, muy baja sobre la red, a los pies de M. Ángel que la corta, la acaricia; la pelota choca contra las cuerdas y produce un sonido característico…, casi erótico y cae muerta al otro lado de la red. ¡Gran volea! Ahora estamos jugando bien, el tercer set ha caído de nuestro lado.

¡Vaya derecha de Diego! , la ha pasado por el lateral, pegada a la línea…

¡Qué gran remate de M. Ángel…! ¡Inapelable!

Intento sorprender a Antonio y pasarlo en la red con un resto de derecha al pasillo: ¡Demonios…! ¡Qué reflejos…! ha cruzado la bola con un ángulo increíble…

Los músculos me duelen de la tensión y el cansancio…

¡M. Ángel, buena volea…! ¡Buen resto…! ¡Buen revés…!

Antonio nos lanza un globo, la pelota vuela y nos sobrepasa. Corro…, corro…, a duras penas la alcanzo; de espaldas a la red, sin mirar, golpeo de derecha y coloco la pelota en un hueco imposible ante el asombro de mi compañero, de los contrarios… y del mío. Mil veces que volviera a intentarlo y nunca volvería a conseguirlo… ¡Hemos ganado el cuarto set!

Jadeantes y sudorosos, los cuatro amigos nos estrechamos la mano…, no hay tiempo para más…, el próximo día acabaremos el partido.

Mientras nos despedimos la tarde se muere, el rojo sol de poniente prende los árboles…, los jardines…, todas las cosas.

La pista queda de nuevo vacía y muerta. Una extraña y pasajera melancolía se apodera de mí cuando la miro por última vez, pero pronto volveremos a llenarla de vida…, de emociones… y de pasión.


Marco Atilio

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2 comentarios:

Anónimo dijo...

Estupendo el artículo, me ha hecho rememorar días de gloria y por supuesto también de fracasos, pero creo que los dos van de la mano y que lo mismo se gana que se pierde, tanto en esta como en muchas otras facetas de la vida.

F.J.M. (Marco Atilio) dijo...

Más allá del ganar o perder, lo que recuerdo de aquella etapa era lo bien que nos lo pasabamos con aquellos partidos, no por el juego en sí (que también) sino por todo lo que rodeaba a aquellas tardes amarillas del otoño o las cálidas tardes de la primavera cuando nos reuníamos los cuatro para jugar nuestro partido. Una gozada que ha quedado en mis recuerdos de los que disfruto con frecuencia.