domingo, 25 de septiembre de 2011

Dedicado a mi Madre.



En esta sociedad en que vivimos las personas mayores son percibidas  como molestias y como una carga que debemos llevar a cuestas, además de nuestra propia familia que hay que sacar hacia adelante, amén de los propios problemas de diversa naturaleza que nos acompañan a lo largo de nuestra vida.
El hecho de internar a un ser tan querido para cualquiera, no tiene nada que ver con cariño o el amor que sientas por dicha persona ( porque nunca vas a dejar de quererla), pero hay muchas veces en que es necesario para su "bienestar y seguridad"; desde ese momento todo cambia para esa persona la vida familiar tal como la conoció desaparece, reduciéndose  esta, a visitas esporádicas de sus hijos y familiares  más o menos  allegados, aunque estoy convencido de que a pesar de todo, nunca dejarán de tener y albergar para con sus hijos deseos de amor y felicidad.
Ante este cambio tan radical, solo tienen dos opciones:
1ª- Hacerse fuertes para no entrar en depresión, ya que a partir de ese momento tienen que seguir "solos" e intentar valerse en la medida de sus fuerzas por sí mismos.
2ª- Abandonarse, dejando que la depresión se apodere de ellos, lo cual les acarrearía un envejecimiento más rápido y el deseo de morir al sentirse día a día más viejos e inútiles en muchos aspectos físicos y mentales, con el añadido de la enorme pena (pena que en algunas ocasiones no se atreven a expresar por temor a ser aun  más repudiados) que deben sentir al creer o constatar que no le importan a nadie, con lo cual se van deprimiendo hasta el punto de que pierden el interés por vivir, abriendo de una forma más rápida las puertas a la enfermedad y a la muerte.
Como  Jacques Normand dijo:" No existen viejos dichosos, sólo viejos resignados".
Opino que la humillación, en la que, en algunos casos sometemos a nuestros mayores es fruto de una aberración  en nuestra cultura, que suele considerar que todo lo viejo es inútil, vano e inservible; solo cuando lleguemos a viejos nos daremos cuenta de la incomprensión con la que tratamos a nuestros mayores y viviremos con la pena de lo que hicimos y sentiremos en nuestras carnes lo que ellos en su día vivieron.



Hoy, como otros días he ido a ver a mi Madre, está internada en una residencia de ancianos, siempre que voy a verla me dice que la saque de allí, que ella no quiere estar en ese lugar, que se encuentra sola, que quiere estar en su casa, algo que por desgracia  es imposible debido a diversas circunstancias de índoles diversas, todos sus hijos estamos casados y tenemos nuestra propia familia y nuestros propios problemas, con lo que atenderla debidamente sería algo bastante difícil, amén de que ella es muy difícil y reticente a seguir unas normas independientemente de que sean para su bien, es muy difícil de tratar por lo que su internamiento se hizo necesario.
No pretendo con esto, justificarme por el retiro a una residencia de la persona que me dio la vida; durante los años que me queden de vida llevare en mi corazón y en mi mente   el recuerdo de una acción a todas luces indigna,  pero también necesaria como he dicho antes por diversas causas; se que ella piensa: "¿Por qué hacen esto mis hijos?, es injusto, está mal"; muchas veces al mirarla, veo en sus ojos una mirada cansada, triste, sin brillo, nostálgica y   melancólica, pero en la que todavía  se vislumbra  algo de la ternura con la que solía mirarme cuando era un niño y en su silencio parece decirme "acompáñame, háblame, escúchame; siento que  existen en ella, muchos sentimientos, de cercanía, de amor y noto que está pidiendo por nosotros, sus hijos, con las palabras que dijo Jesucristo, “Perdónalos Padre, porque  no saben lo que hacen”, cuando pienso en ella en la soledad de su fría habitación (y digo fría por que le falta el calor de sus seres más queridos "SUS HIJOS"),  "veo" como se le escurren lagrimas silenciosas, salobres, amargas, que bajan deslizándose  por la  marchita piel de ese rostro ajado por el paso de los  años, dejando rastros de su silencioso llanto, "ya apenas le quedan lagrimas" y  siento en mi interior como se me oprime el corazón y en un arrebato de compasión y    arrepentimiento susurro al aire una disculpa:" Perdóname por todos los sufrimientos y todas las angustias que te he causado. Sé que tengo muchos defectos, pero te quiero y te pido perdón, si alguna vez te hice  o te hago llorar, te pido perdón, por mi contribución a que estés donde estas te pido perdón; por favor no me guardes rencor, ese sería el mayor castigo para mi alma".
Como alguien dijo una vez:
Cuando ya no puedas ver sus ojos
Cuando ya no escuches su voz
Cuando ya no sientas sus cálidos abrazos
Cuando ya no oigas sus pasos
Cuando escuches su último suspiro
En tu corazón estará…….
…..ahí es cuando la extrañaras.

Dicen que el que no se consuela es porque no quiere, por eso….como alguien dijo : "Es mejor haber amado y perdido que jamás haber tenido".



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1 comentario:

Projor Ivanovich dijo...

No debes sentirte culpable, lo único que has hecho es ingresar a tu madre en una institución en dónde recibirá (como bien dices) la atención y la seguridad adecuadas.
Es cierto que la vejez es una etapa de la vida a la que todos nosotros quisiéramos llegar en las mejores condiciones posibles, si esto es así y por suerte no somos dependientes de otras personas y no hemos perdido nuestra autonomía para valernos por nosotros mismos, nuestro periodo de senectud será placentero porque seguiremos en contacto con todo aquello que queremos, con todo aquello que forma parte de nuestras vidas, seguiremos sintiendo el calor de nuestros hijos durante todas las horas del día todos los días, seguiremos apegados a los objetos que nos harán recordar vivencias de otros tiempos (fotos, regalos… recuerdos) y nuestro día a día será mucho más agradable. Esto que cualquiera firmaría para sí mismo, no siempre es posible, y en algunos casos nuestra salud, tanto física como mental, se deteriora tanto que nos hace totalmente dependientes de otras personas (nuestros hijos en la mayoría de los casos), pero por desgracia para nosotros, nuestros hijos a menudo tienen sus propias vidas, sus propias familias que atender, están atados a un horario para poder subsistir, tienen sus propios problemas en definitiva y como consecuencia no podrían atendernos debidamente sin poner en riesgo su propia sobrevivencia. Esto que parece un poco egoísta no lo es en absoluto, esto es simplemente ley de vida y la vida en el mundo de locos en que estamos inmersos exige mucho para poder salir triunfante en la batalla que nos plantea la existencia a diario.
Por suerte, existen instituciones que favorecen el que nuestros mayores tengan una vejez digna, donde los cuidan y donde les proporcionan un nivel de bienestar y seguridad que nosotros con nuestras prisas y obligaciones no podríamos darles.
Lo idílico en fin sería que no tuviéramos nunca que abandonar nuestro hogar y que nunca tuviéramos que separarnos de nuestro entorno, de nuestras cosas. Eso sería lo ideal pero no siempre es posible, no siempre es posible. Una verdadera lástima.