Hace unos años, trabajaba como camarero en una peña de la que no viene al caso decir el nombre cuando ocurrió un suceso… (Que dio lugar a que se pronunciara la palabra) que en aquel momento no tuvo mayor relevancia, pero que con el paso del tiempo (el término) empezó a alcanzar dimensiones considerables.
Creo que ya les habrá picado un poco la curiosidad sobre la palabra en cuestión, pues bien como dicho vocablo se pronunció a raíz de una anécdota, les relataré lo acontecido:
Era un sábado por la mañana del mes de julio, poco más o menos sobre las 11 horas, el calor en el exterior empezaba a ser sofocante, dentro se estaba algo mejor gracias a un ventilador algo viejo y desvencijado que hacia un ruido bastante desagradable, pero que cumplía su función y eso le salvaba del desahucio, la clientela brillaba por su ausencia, apenas cuatro clientes…, el dueño y un servidor. En un momento determinado alguien sugirió que para matar el aburrimiento echáramos unas partidas de futbolín, dicho y hecho, dos de los clientes se pusieron de pareja ,el dueño me eligió a mí como la suya. Yo encantado, como dice el refrán: “mientras fo… no barro”.
Bueno, empezamos a jugar, se competía al mejor de cinco partidas, cada partida se jugaba con siete bolas, ¿qué nos jugábamos…? el café, la copa, el cubata de después de comer de los allí presentes, ¡ah! y lo más importante, la honrilla.
Poco a poco el juego empezó a subir de intensidad, la tensión se "mascaba" en el ambiente, las voces empezaron a subir de tono, empezaron los comentarios satíricos y las acusaciones: “¡eso no vale!, ¡has hecho cambio!, ¡eso ha sido un churro!, ¡qué potra tenéis!, ¡esa ni la has "olio"!, ¡aprende a parar!, ¡eso sí es un golazo!, ¡eres un manta!... y otras expresiones por el estilo; así se llegó a la partida decisiva, la número cinco, con el resultado de dos partidas a dos.
Empezó la última partida, la emociones se podían percibir, las respiraciones sofocadas y jadeantes, los corazones latiendo desaforadamente, las bocas estaban secas, el sudor corría por la cara y el cuerpo a raudales, los ojos desorbitados, las manos sudorosas se aferraban a las empuñaduras con una fuerza inusitada, los nervios estaban a flor de piel: “1-0, 2-0, 3-0, 3-1, 3-2, 3-3”, ¡por favor que alguien pare esto! pensaba yo. De pronto, un segundo de distracción, un fallo de posición del portero y la defensa, un hábil juego de muñeca y… Goooool, la suerte estaba echada. Entonces, de la boca del compañero del que había tenido el fallo, con rabia, masticándola casi surgió la palabra: "¡LEGÓN!" que eres un "¡LEGÓN!", (ignorante, torpe, zoquete). "Del lat. ligo,-ōnis,"(especie de azadón). Con el paso del tiempo lo que se dijo como una especie de insulto ha llegado a convertirse en un saludo entre grandes amigos y compañeros, (Los Legones, Legonitas, Legonarios, Legónidas, etc.) y se ha transformado hoy en día en algo que va mucho más allá de una simple palabra. Ser un "LEGÓN" es un honor, un dogma, un sentimiento, es formar parte de una élite, de una hermandad, de un club de clubes, de una comunidad, se ha convertido en una forma de ser, de vivir, de sentir, en una meta, en un manual de ética y de moral, en definitiva, cualquiera no puede ser un "LEGÓN"; por eso si alguien te llama "LEGÓN", no te ofendas, esa persona que así te llama es tu amigo o tu compañero y te aprecia de verdad.
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1 comentario:
La palabra "Legón" es sinónima de "Habichuela". Ser un "Habichuela" es (como bien dices para "Legón") un honor. Es una palabra que al igual que "Legón" se utiliza con cariño entre amigos y colegas. Deberíamos patentar las palabrejas pues somos quien más las hemos utilizado a lo largo de los años y de nosotros emplearlas las han copiado muchas personas que las han incorparado a su vocabulario habitual. No, no estaría mal patentarlas como algo nuestro, no.
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